En la actividad de esta semana del Máster tenemos que analizar y comentar la película “¿Vencedores o Vencidos?” de Stamley Kramer… ¿y quién podría ver esto como un deber y no como un placer? Pues yo no, soy de las que no se cansan de ver la película una y otra vez. Pero en el post de hoy no haré un resumen, pues de lo que se trata es de reflexionar sobre la profunda carga analítica de la película. Además no comenzaré diciendo cuánto me gusta Spencer Stracy (pack indivisible de la más grande, Katharine Hepburn) o lo sublime que está todo el elenco, desde Burt Lancaster como magistrado que colabora con los nacis hasta la aristócrata Marlene Dietrich.

Pero sí comenzaré con una de las primeras frases con enjundia (la película es un continuo). Stracy, el juez principal del tribunal, dice, ya en el minuto 6: “La verdad es esta: Hitler está muerto (y parte de sus lugartenientes) y ahora hemos descendido a médicos, hombres de negocios y jueces y no todo el mundo opina que deben ser juzgados”. Ya nos avisa el director a través de su protagonista que el tema de la responsabilidad última, que es de lo que se está hablando, no es un tema baladí, no es blanco o negro y la dificultad de marcar esa línea es fundamental no sólo para este caso, sino para los sistemas fundamentados en el derecho. Y los garantes de ese sistema de derecho son los jueces, pues ellos son los encargados de velar por el cumplimiento del código… todo se complica.

En el primer alegato del fiscal –estadounidense, of course- (Richard Widmack) sostiene que “se acusa de crímenes en nombre de la ley a los que fueron jueces durante el III Reich ya que sólo un juez sabe hasta qué punto es grave la responsabilidad de un tribunal” es decir, los jueces durante la etapa naci violaron las garantías de la justicia ¿y es este un error inadmisible en democracia? Pues sí, desde mi punto de vista sí, ya que el pacto social se sustenta sobre la justicia y la garantía de ésta, pues sin justicia no existe o puede existir convivencia social. Por parte de la defensa (el brillante Maximilian Schell) se apela a que “el juez no promulga leyes sino que es quien hace cumplir las leyes de su país” y si, como sostiene en su alegato “mi patria ante todo, con razón o sin ella (…) si el juez se niega a cumplirlas, es un traidor a su patria”. La verdad es que con estas dos primeras intervenciones empezamos fuertes ¿no? Hablamos de responsabilidad, traición, patria, justicia…

Me parece que, como primera aproximación a la película y su contenido, este primer tema es suficientemente interesante para que nos detengamos en él e intentemos acercarlo a nuestra realidad. El paralelismo claro es el debate de si un funcionario con capacidad de acción, esto es, en puestos directivos, debe acatar toda orden desde su superior más allá de la cuestión del interés general (dejaré sutilmente el tema del interés general, mientras os vienen a la mente imágenes de funcionarios que no han hecho esto, que seguro que los tenéis, siendo de Valencia o Alicante, por ejemplo).

En estos tiempos que nos ha tocado vivir, en los que la corrupción y la opacidad entre nuestros políticos y funcionarios está a la orden del día, muchos nos planteamos porqué un alto directivo de la función pública no utiliza los mecanismos a su alcance (informes negativos, negarse a firmar, etc.) sino que claudica ante la jerarquía administrativa. En los procesos judiciales abiertos, rápidamente se pasan la responsabilidad de unos a otros, como si quemara, con el manido argumento y a la vez ¿válido? de “venía desde arriba” que al final les exime ¿a veces? de responsabilidad judicial pero ¿qué pasa con la responsabilidad moral?.

 

Los funcionarios son los trabajadores de lo público, los garantes del buen uso y la gestión eficiente de los recursos, de las relaciones y del espacio público. En ellos depositamos, todos y todas, la confianza para que se responsabilicen de lo común porque es lo más importante que tenemos como grupo y es por esto que me cuesta tanto aceptar y comprender, no sólo que la corrupción afecte a políticos sino que salpique también a funcionarios.

Bueno, para querer hacer una breve reflexión he ocupado un par de páginas de Word (un sacrilegio en el mundo blogger) ¡y tan solo he usado los primeros 25 minutos de la película! Es lo que tienen las obras maestras del cine, del verdadero cine.