23/04/2014

Reflexiones cotidianas: a propósito de la calle vol. 1

(Véase Reflexiones cotidianas, más que nada para contextualizar)

Continuando con la idea de reapropiarnos del espacio público a través del análisis de las pequeñas cotidianidades caseras, hoy os propongo una reflexión a propósito de una estampa compartida. En estos días estivales me viene a la mente la imagen típica, que por suerte todavía está presente en algunos rincones de Valencia, de la gente mayor tomando la fresca delante de la puerta de su casa a la puesta del Sol. Supongo que es una imagen típica de muchos pueblos que nos hace viajar en el tiempo, cuando éramos más jóvenes y era norma salirse al fresco con el resto de vecinos y vecinas hasta la hora de cenar. Ese final de “vesprà” no sólo hay que entenderla como un comportamiento puramente refrigerador, sino como un momento de sociabilidad, en este caso, entre vecinos. Y he querido recalcar gente mayor porque son ellos los únicos que todavía sacan sus sillas de enea o de loneta (sí, sí, las de metal y tela de rayas azules o rojas para ir a la playa, y con brazos, por supuesto) para pasar los últimos instantes de la tarde.

Más allá de un análisis multifactorial profundo de este hecho –hemos quedado que esto son reflexiones al paso- yo os propongo centrarnos en un aspecto. Esta gente, nacida generalmente antes de los años 50 del pasado siglo, hacía la vida en la calle, al menos en nuestro territorio, pues la entendían como una prolongación más de la casa, sería su vertiente pública. A la mínima excusa, cuando llegaba el buen tiempo, se sacaba una mesa corrida y unas sillas y se preparaba una buena cena, entendiéndose, de esta manera, la comensalidad como una vertiente más de la sociabilización de la que hablábamos anteriormente. Porque ¿acaso alguien de los aquí presentes concibe la cena de sobaquillo sin ese sentimiento de apropiación del espacio? Sí, la cena de sobaquillo es una práctica muy valenciana, que aunque muchos aluden a que se debe al carácter ‘agarraet’ del valenciano yo prefiero pensar –reflexivamente, claro- que se debe a esa presencia naturalizada del ciudadano en la calle. Y ese sentimiento de pertenencia de lo público como espacio físico y simbólico en el que estar y ser hacía que, antiguamente –reitero que son muchos los factores explicativos, pero este es uno de ellos- nuestros ahora mayores consideraran la calle como propia.

Con todo, y aquí finalizo mi primer reflexión cotidiana a propósito de la calle, pienso que esta práctica tan arraigada aunque en proceso de desaparición de “eixir a prendre la fresca” debemos dotarla de fundamento y entenderla, de manera orgánica, como un comportamiento naturalizado de considerar la calle como algo propio y como tal, ese sentimiento conlleva la defensa de ese espacio público compartido, que al fin y al cabo es por lo que estoy reflexionando ¿no?

(Original en el Blog de AVAPOL)

11/05/2013

¿Cómo gestionamos la administración pública?

En un artículo de El País (8/5/2013) -propuesto por Marta Méndez- sobre el Informe sobre la Reforma de la Administración Pública y su Sector, encomendado por el Gobierno de Cataluña, encontrábamos la correlación entre “una Administración más ‘eficaz, eficiente, transparente y que rinda más cuentas’” y la reducción de funcionarios pero ¿acaso no es posible que nuestra administración sea eficaz, eficiente, trasparente y que rinda cuentas sin desmantelar el entramado público? Me parece que estamos de acuerdo en que sí se puede –eslogan manifestero- y es a lo que debemos aspirar. Obviamente hay límites que desde y en lo público no se deben traspasar, pero hasta esas fronteras en España todavía nos queda mucho trecho que cubrir, entonces ¿por qué desmontar el aparato si no hemos llegado a los límites? Es decir, ¿cómo sabemos hasta donde podemos llegar si no nos permitimos intentar llegar?

Pues en esta idea de conocer nuestros límites, mi sugerencia para dar el salto cualitativo hacia una administración eficiente, destaco tres transformaciones: la flexibilidad, buenos mecanismos de seguimiento, control y evaluación y buenos estrategas públicos. La flexibilidad y eficacia que abanderan al sector privado: porque podemos adaptar esos modelos y procedimientos que sabemos funcionan en el mercado. Quiero recalcar que debemos adaptar y no importar, porque adaptar implica ajustarlos a los límites que marca la propia naturaleza de lo público. No todo vale en lo de todos pero eso no quita para que no podamos fijarnos en lo que funciona bien. Buenos mecanismos de seguimiento, control y evaluación: me parece que hemos debatido suficientemente a lo largo de este máster sobre la necesidad imperiosa de implementar la fase de seguimiento, control y evaluación de cualquier aspecto público. Y finalmente necesitamos estrategas de lo público: funcionariado de alta cualificación, capaces de dejar su convicción política en casa, con una visión largoplacista, con un elevado concepto de lo público y con la responsabilidad de proteger y potenciar la administración pública frente al interés partidista electoral.

Aida

@Aidaviz

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