La semana pasada estuve en Verona “la bella”. Caminando por sus calles se aprecia el esplendor comercial, cultural y político del pasado. De entre sus múltiples atractivos del presente sobresale uno por encima de los demás y que, además, fundamenta la política turística de la ciudad. El balcón de Julieta. Sí, la de Shakespeare. Ilusa de mí, pensaba que las masas de turistas fervorosamente encaminarían sus pasos hacia la estatua de Dante -politóloga se nace- pero no, parece ser que lo que marcan con gomets virtuales en Google Maps es el tributo a la Capuleto.

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