El domingo participé en el artículo "El desencanto hacia las políticas europeas provoca la caída de la participación" de Amparo Soria del Levante EMV sobre la campaña electoral europea. O su ausencia. Os dejo algunas reflexiones.

El ciclo sin fin, además de la canción de cabecera de una famosa película, es la sensación que nos invade automáticamente cuando pensamos en política y elecciones. Si, además, alejamos la vista tan sólo cuatro años atrás, parece que cunde la desesperación por la cantidad de domingos perdidos yendo a votar. Y para colmo, que no ganen los míos, dirán algunos. Circunvalando esos estados de ánimo, que es uno de los elementos más interesantes de las campañas electorales, entramos de lleno en las municipales y las europeas sin apenas habernos desintoxicado de las campañas estatales y autonómicas.

Es interesante porque vamos a votar, en un sólo día, los dos niveles electorales más distantes entre sí en todos los sentidos. Si pensamos en el conocimiento que tenemos de las políticas que se hacen en la UE y de las que se hacen en València, ambos son diametralmente opuestos. O si hablamos de la distancia simbólica de ls polítics con la ciudadanía, la proximidad de las municipales -en la que es muy probable encontrarnos con nuestro alcalde por la calle o cualquiera de sus concejals-, nada tiene que ver con la lejanía del Parlamento Europeo y ls eurodiputads ¡Menos mal que allá los partidos mandan casi siempre a quienes están de vuelta de la vida política! Porque sino, no conoceríamos a nadie. Lo del cementerio de elefantes y eso, que poco a poco va cambiando. Y no es necesario mencionar la distancia real, la física, mínima y enorme para cada uno de estos dos niveles.

Última proyección de escaños al Parlamento Europeo (Parlamento Europeo).

Por ello, el interés de la ciudadanía por las europeas es reducido en comparación con las municipales o estatales (primer orden) y, por ende, los partidos políticos tradicionalmente son menos activos e insistentes y movilizan menor cantidad de recursos (información, personas, actos...).

Todo lo contrario que pasa en las municipales, más queridas por la ciudadanía y más importantes para los partidos pues la cantidad de municipios y estructuras administrativas ponen en circulación gran cantidad de puestos de trabajo a ocupar para los ganadores de las elecciones.

Con estas premisas, nos encontramos ante una campaña municipal más presente que cuando va unida a las autonómicas -el foco de atención sobre la ciudad de València es mayor, por ejemplo- y con una campaña europea más light que de costumbre (las elecciones europeas son cada 5 años por eso no suelen coincidir) y secundaria respecto a la municipal -sin esperar que tuviera una presencia mediática espectacular, salvo excepciones como la de 2014-. La otra cara de la moneda es que podemos aventurar una mayor participación en las europeas (las de 2014 apenas superaron el 50%) arrastrada por la participación municipal.

CIS abril para Ayuntamiento de València (El Mundo).

Sobre la movilización en la municipal se está hablando mucho porque, desde la izquierda, se sigue apelando a altos niveles como reacción al aumento de la derecha radical. Y por parte de la derecha, para contrarrestar la movilización de la izquierda. Como siempre, seremos prudentes con el posible comportamiento de la abstención porque, tal y como señalan los primeros análisis, mayor participación no es sinónimo de mayor apoyo a la izquierda.

En todo caso, cabe esperar menor participación que en 2011-2015 aunque, como es la primera vez que ocurre esto de no ir de la mano autonómicas y municipales, no sabemos con exactitud las cifras. Lo que sí es cierto es que el nivel de participación nos dirá cuan importante es la política municipal para valencianos y valencianas y de ahí, podremos hablar de madurez política e interés en los asuntos públicos.

Las claves en València serán varias. Una, si Ribó (COMPROMÍS) consigue confinar el "dimoni Grezzi". Dos, la capacidad de Sandra Gómez (PSPV) de aumentar su popularidad, auspiciada por los resultados de abril. Tres, la difícil tarea de Mª José Catalá de taponar la sangría de votantes del PP (València es feudo tradicional del partido, así que no la demos por derrotada de antemano). Cuatro, los niveles de supervivencia de València en Comú. Cinco, la ilusión sorpassiana del desconocido Fernando Giner (C's). Seis, el estado de buena esperanza de la derecha radical y su gestión del no valencianismo -presente y futuro-.

Y, sí o sí, la movilización de unos y otros, claro.

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*Foto Stefan Vladimirov