A falta de algo más de 24 horas para el cierre de las campañas municipales y europeas, la tensión electoral en la ciudadanía es moderada por no decir justita ante la importancia de la contienda dominical. ¿Se mascará la tragedia para la izquierda y no habrá suficiente participación? ¿Se mascará la tragedia para la derecha por no movilizar para remontar las sensaciones tras abril? ¿Se mascará la tragedia para los politólogos y no se alcanzarán niveles de participación suficientes, en territorio valenciano, para hablar de madurez y protagonismo de las municipales respecto a las autonómicas?
En política, hablar de estados de ánimo es importante. En campaña electoral, más. La intensidad de la tensión política consigue que seamos capaces de hablar -quien dice hablar dice insultar o aplaudir según el caso- con la televisión cuando sale un o una candidata; de no ver la cartelería electoral que empapela las calles o de estar pegados al timeline de Twitter a la búsqueda desesperada de sondeos electorales camuflados con emojis (por lo de la prohibición de publicar resultados electorales durante la última semana porque influyen en el voto, todo un fósil políticoelectoral). Sí, esto y mucho más ocurre cuando existe, o no, tensión ante unas elecciones.
¿Y cómo diríamos que estamos? Pues además de sentados leyendo, la distensión es la protagonista de nuestro cuerpo. Así como cuando acabas la serie de ejercicios para la espalda alta, sí, que te queman los brazos pero los bajas y acaba todo el drama y parece que estés en el paraíso -resáltese parece-, pues igual. Toda la carne en el asador para la batalla estatal-autonómica nos ha vaciado la barra de energía y, sobre todo, la barra de interés electoral para este fin de semana.
Y, paradójicamente, es una campaña municipal muy presente, no recuerdo una tan intensa, no sólo por el resultado incierto y las múltiples posibilidades sino porque, al pugnar con las europeas, han tenido mayor espacio en los medios. Sucesivos debates en televisión, en radios, en prensa o en la universidad han cumplido con las expectativas de los frikis de la política. Bueno, y de la ciudadanía también. De hecho, muchos de estos actos han permitido al público asistente preguntar y participar. Con unas autonómicas no hubiera sido posible. Y esta es la parte buena de tener la capacidad-posibilidad de no hacer coincidir unas y otras. La cara b es que las autonómicas han sido merendadas por las generales. Ya sabéis, pezqueñines no gracias.
Así y con todo, ya para finalizar, las cifras sobre participación serán importantes (lo hablábamos la semana pasada) para el resultado de València. Los sondeos dicen que la izquierda, si mantiene la tensión y la movilización, podrá conformar gobierno, pero sin pasarse porque activaría a muchos desmovilizados -los desencantados de Rita- del PP que se reactivarían ante la posible reedición del Govern de la Nau y sobre todo, al considerar suficiente castigo y tormento para su partido. Por eso volverán a votar. Y Ciudadanos pescará mucho.
La cuestión de la participación es importante cuando hacemos los análisis preelectorales y postelectorales. De hecho, hay expertos que hablan de casi 200.000 votos menos en toda la Comunitat, es decir, pasar de una participación de en torno al 70%, que es lo habitual a un 64%-65%. Pero sobre todo, la movilización muestra el compromiso e interés por los asuntos públicos, no se trata únicamente de una cuestión técnica y de números para conformar gobiernos sino de la esencia de la democracia: elegir en libertad a quien mejor pensemos que va a gestionar el desacuerdo.
*Foto: Cristina Gottardi