Esta semana el post de #FiltroValencia para La Vanguardia CV recoge mis vivencias de un día histórico: el pleno de investidura de Ximo Puig como President de Les Corts. En cuatro palabras: espectáculo de la política. Si quieres leerlo en su versión original, clic en este enlace.

El jueves pasado fue el debate de investidura del presidente del gobierno valenciano, Ximo Puig, en Les Corts Valencianes. Era un día histórico así que nos armamos de libreta, boli y gafas y allá que nos fuimos. Tras las colas y la pertinente identificación, gustosos seguimos al personal de la casa para llegar a nuestro destino: la Sala Vinatea.

 

Ascensor y segundo piso. Imaginaos nuestra primera impresión al entrar a una sala oscura, en absoluto silencio y con la cara de Ximo Puig en la pantalla gigante. Entramos y nos sentamos en el lateral. Llegamos durante la primera intervención, con la declaración de intenciones y el compromiso verbal del que va a ser el presidente de los valencianos. Y valencianas. Pero yo realmente no quería hablaros de esto. No, porque tras cinco días con prensa, radio y Twitter, no os voy a contar nada que no sepáis ya. Yo quiero hablaros de lo que pasó en esa sala. La Sala.

 

La Sala Vinatea es el espacio habilitado en Les Corts para conferencias, proyecciones y presentaciones de libros. El nombre es en honor a Francesc de Vinatea, el primer jurado de la ciudad tras la conquista de Jaume I. Sí, he tenido que ir a Wikipedia porque, según mi explorador de internet, la página de este nuestro parlamento no es segura. Específicamente me dice, así muy dramáticamente, que “es posible que los piratas informáticos estén intentando robar tu información de www.cortsvalencianes.es”. Y yo qué queréis que os diga, llamadme asustadiza pero eso de piratas en feudo político lo tengo muy visto. Así que prefiero acudir a la wiki y pasar por ignorante que no por tonta. Ahora, el mensajito da para reto semiótico de los buenos.

 

Seguimos en Vinatea. Imaginaos unas 50 ó 60 personas, casi toda la sala llena, con un perfil de público heterogéneo y, por lo que ocurriría más adelante, en su mayoría favorables al bipartito y medio. Todos en silencio, como se espera en sede parlamentaria, roto en un par o tres de ocasiones por aplausos a favor de las medidas o, mejor dicho, compromisos que el presidente iba anunciando. Hasta aquí todo normal. Tras esa primera intervención, nos dieron recreo de cuarenta y cinco minutos que aprovechamos para bajar a la cafetería y almorzar; como en cualquier recreo, vaya. Tanto en la cafetería como en el patio había corrillos de gente reconocible y reconocida. Y ese maravilloso patio con el ficus de Les Corts y su sombra que crean un microclima fresquito y agradable. Deberían abrir el patio a la ciudadanía y poner bancos para ir a leer, como en el del Consell Valencià de Cultura que también es un estupendo espacio público desconocido e infrautilizado.

 

El caso es que volvimos al centro neurálgico de la actividad de ese día. Atónitos presenciamos un verdadero espectáculo de la política. Sí, en todo su sentido. Y no me refiero a espectáculo político, que es lo que hizo Carolina Punset con su teoría de los aldeanos. Yo hablo del espectáculo de la política, del divertimento que los oriundos de Vinatea encontraron en la política que estaba ocurriendo en el Pleno. Todo empezó con la intervención de Alberto Fabra como jefe de la oposición. Los allí presentes, tímidos al principio, apenas dejaban salir algún reproche de sus bocas. Pero algo ocurrió; de pronto se produjo un efecto llamada y nos teletransportamos todos –al menos a mí me lo pareció- a los corrales de comedias del Siglo de Oro donde el espectáculo estaba en el patio de butacas más que en el escenario. Sí, sí, no exagero. Los tímidos reproches dieron paso a vociferios varios. ¿Qué pasó? Que Alberto Fabra nombró a Rita Barberá y las cámaras la enfocaron. Abrió la caja de los truenos. Se olvidaron las formas, el respeto y el silencio que había reinado durante buena parte de la mañana y los vinateros dirigieron hacia la pantalla cierta indignación, si me lo permitís, acumulada. El caso es que, ante tamaño estruendo, una de las responsables de la sala entró para llamar al orden. Parece que el público se recompuso pero llegó el turno de réplica de Ximo Puig y la sala se cayó cual Club de la Comedia. Se le veía suelto, con cierta ironía que fue jalonada por el público de Vinatea, ya envalentonado. No había vuelta atrás. Era puro espectáculo.

 

De nuevo regresó la responsable de sala –lo haría hasta en tres ocasiones- pero no había nada que hacer porque Ximo Puig nombraba, de nuevo, a Rita Barberá. Sí, y encima la enfocaron. Numerosos aplausos y comentarios jocosos hacia el nuevo presidente y no tan jocosos hacia la ex alcaldesa. Y para colmo, al terminar la réplica, ella solicitó ruego y “por favor” al Presidente de la Mesa, que no se lo concedió. Os podéis imaginar la sala, faltaban las lechugas para tirárselas a la pantalla. Reitero que era una pantalla, no estaban ahí y no lo digo por el posible parte de lesiones, sino porque eran ciudadanos –de a pie y no tan de a pie- que estaban disfrutando con el espectáculo generado por los políticos.

 

Sobre la espectacularización de la política se ha escrito mucho y se seguirá escribiendo porque es parte de la cultura política, al menos la coyuntural, la que igual que aparece, desaparece según los gustos y demandas del momento. Pero, por lo que a mí respecta, pese al tono distendido e irónico que he utilizado para narrar los hechos, es una forma más de entender y vivir la política. ¿Acaso Les Corts no debe ser reflejo de su sociedad? El jueves pasado lo fue.

 

Si me permitís la nota friki, me encantó cuando Ximo Puig, según sus palabras, “para distender el ambiente” comentó un pasaje de la serie El Ala Oeste de la Casa Blanca. Recordó cuando CJ Cregg, la secretaria de prensa, le dice a Jed Bartlet, el presidente de EEUU, “Presidente, a veces ganan los otros”.