Para la asignatura “Técnicas de Gestión Públicas” tenemos que hacer una reflexión sobre el modelo EVAM, es decir, modelo de Evaluación, Aprendizaje y Mejora de la Agencia Estatal de Evaluación de las Políticas Públicas y la Calidad de los Servicios. Pero permitidme ser crítica. Es más, voy a ser crítica y descreída.

Crítica porque, aún pareciendo elitista –yo diría exigente, pero no voy a discutir esto– ¿en qué lugar nos deja a los expertos el hecho de que el Ministerio facilite una Guía de autoevaluación y calidad? Desde mi punto de vista, si estamos comprometidos con la calidad y la evaluación ¿cómo podemos dejar al libre albedrío del público general, en este caso, funcionariado general –sin menosprecio ninguno– la evaluación del servicio o política pública? En multitud de espacios puedo encontrar cómo hacer un buen plan financiero y no por ello, siendo socióloga y politóloga, se me ocurriría llevarlo a cabo, entonces, ¿por qué “cualquier” profesional no experto puede, es más, la Agencia de Calidad y Evaluación le permite realizarlo? Si queremos administraciones, servicios y políticas públicas de calidad tenemos que tener profesionales y expertos en la materia, formados para tal y con ello no hablo de sociólogos en general (ejemplifico con mi gremio) hablo de sociólogos especializados en políticas públicas, evaluación, diagnósticos, etc.

Y descreída porque dudo que con una guía y documentos anexos –mamotretos todos ellos- un técnico pueda llevar a cabo una acción tan compleja como es la evaluación ¿acaso no estamos hablando de calidad? ¿O sólo de calidad como término, no como concepto? Soy descreída porque, generalmente, en este tipo de agencias no siempre hay profesionales cualificados o al menos niveles de exigencia, pues en muchas ocasiones vemos como se aprueban planes sin unos mínimos reales de calidad y acción transformadora. Tal vez el problema sea en que parto de unos estándares diferentes… es posible, mea culpa.

Me parece que, al igual que ocurre con los Planes de Igualdad, de Participación ciudadana y similares, nos encontramos ante una falta real de rigurosidad y exigencia que, por desgracia, emana de la propia administración. Entiendo que es un paso para su divulgación y que poco a poco se va diseminando en la sociedad pero dudo y mucho que realmente queramos y necesitemos esto. No querría que pareciera este comentario un arrebato de corporativismo –que también podría ser– sino una reflexión en voz alta del papel que la administración juega o desjuega en todo lo que tiene que ver con la intangibilidad, es decir, en la madurez pública.