La pasada semana comí con una recién estrenada eurodiputada. Entre la ensalada y el arròs a banda charlábamos de las inminentes -hoy ya pasadas- elecciones. Que si la abstención, que si los resultados de su partido, que si la percepción de la gente joven... El caso es que le estaba hablando de Twitter -quienes me conocen saben que hablo mucho de Tw- y del ruido que había sobre Podemos. Ella no le dio demasiada importancia, o no la mostró, aduciendo al sesgo de esta red social y a las informaciones de su partido.

Y he aquí la enjundia. Sabemos que las encuestas no han dado ni una... ejem CIS, ejem... pero las internas, las de los partidos ¿no previeron la irrupción de Podemos? ¿ni un poquito? ¿Acaso el ruido se emite a frecuencias indetectables para los asesores políticos? Sólo había que pasar el rato en Twitter para testar, para observar ese murmullo alrededor del partido del nuevo líder supremo de la política ciudadana.

Es fácil, a posteriori, firmar estas palabras pero me llama mucho la atención que no sólo no lo vieran venir sino tampoco se lo olieran. Podemos ha usado una ecuación sencilla: identificar y segmentar electorado + enfocar el mensaje. De tan sencilla, abruma. Han ganado.