Sé que ha pasado mucho tiempo... parece que sólo -yo con acento, gracias; disidente de la RAE hasta mi punto y final- me paso por el blog en vacaciones escolares... no sé porqué será... No puedo prometer ni prometo que vaya a publicar con mayor asiduidad, pero lo intentaré.
Hoy vengo con #EscracheLiterario -tomo prestado el término de mi adorada @fanigrande-. En mi lista de Papá Noel (yo no soy de Reyes, lo admito, en mi casa hemos sido toda la vida de los renos) se encontraba "El cura y los mandarines. Historia no oficial del Bosque de los Letrados. Cultura y política en España 1962-1996" de Gregorio Morán, un libro recomendado por varias personas -conexas entre sí pero con criterio propio- que, tras una fugaz sobremesa, me convencieron que debía formar parte de mi biblioteca, física, en este caso.
Lo primero que me llamó la atención fue su tamaño ¿cuándo me voy a acabar yo semejante tochón de 800 páginas? Pues realmente es de lectura rápida y amable, así el susto inicial deja pasa a la curiosidad. De hecho, la sensación que tuve al comenzar a leerlo -maravillosa sensación dónde las haya, lo de la primera impresión de un libro y su autor, digo- fue similar a "El Rodaballo" de Günter Grass. ¿En qué? Os preguntaréis. Pues ni idea. No sé si el estilo, su gran capacidad neológica, la ironía o, tal vez, la percepción de que aunque lo lea varias veces a lo largo de mi vida y etapas existenciales, no alcanzaré a comprender todo lo que el autor quiere transmitir. Uno, el alemán, por intenso, y el otro, el español, por falta de información. Pero ya he comenzado a reservarme y acumular minutos al día para su lectura.
"Alcanzar a enterarte de cosas a las que no puedes acceder y que por tanto no forman parte de tu cultura. Tú sabes de qué va, y ejercitas el oído en esa inteligencia superficial de conocer de qué van las cosas pero sin tener acceso a ellas (...) Son los que consideran que están al tanto del nombre de las cosas equivale a conocer las cosas". (Página 40).